Un amigo que se va

Se nos murió de un infarto masivo Félix Bayón. Compañero de muchos años, camarada de risas y de sátiras, aliado en el combate contra el gilismo galopante allá en la Marbella donde él se había refugiado para siempre tratando de dar descanso a su corazón, que le prestaron hace quince años. Le falló este sábado –alguna vez tendría que ser–, de una manera inesperada. Todavía el viernes, Félix Bayón desbordaba su alegría con unos amigos en el alborozo de ver recuperada su ciudad de adopción de las garras de la corrupción más sórdida.
A Félix se le conoció por sus andanzas por el mundo en El País, donde algunos nos lo topábamos, por ejemplo, en Moscú. Era uno de los buenos. Creo recordar que fue mi antecesor como corresponsal diplomático en el diario de Prisa, y siempre me ayudó en lo que pudo y supo, que no fue poco. Compartíamos simpatías y antipatías, sin que fuese necesario decirnos mucho para saber quiénes eran de ley y quiénes no. Luego, la semi-retirada tras el trasplante, aunque ahí seguía, en columnas y tertulias. Y, más allá, el reencuentro con el gran escritor forjado en la calma forzada. Pocos placeres como leer aquel ‘Adosados’, una novela llena de humor, de ternura y de sabiduría, que acabaría siendo llevada al cine (el libro era mucho mejor que la película). Y otros intentos literarios, que hacían prometer que, si en periodismo fue uno de los buenos, en la narrativa se convertiría en uno de los grandes.
Por lo demás, ya he dicho que gran persona siempre fue. Me acaba de llamar un amigo común para darme la mala noticia. Al menos, descansará en una Marbella libre de la rapiña que tantos nos molestaba. Un abrazo, Félix.
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