El resultado de las elecciones

Hay mucho que decir sobre el resultado electoral. Y muchas maneras de enfocar los resultados. ¿Ha ganado el PP? Habría que ver dónde y por cuánto. ¿Aumentan los socialistas su poder territorial? Sí, según dónde y pactando según con qué incómodo compañero de cama. ¿Hemos ganado los ciudadanos? Pues tampoco estoy seguro: la campaña ha estado dominada por ETA, no por las reivindicaciones ciudadanas. ¿Ha ganado la democracia, como indefectiblemente dicen las radios en la jornada electoral? Pues…hombre, votar es siempre bueno, pero no solamente por acudir a las urnas cada cuatro años nos convertimos en una democracia perfecta; han faltado propuestas para mejorar la calidad de nuestra democracia, como el desbloqueo de las listas electorales, o la introducción de cambios profundos en nuestra legislación electoral.

Da la impresión de que es urgente que nuestra clase política cambie su discurso. No ha sido bueno, a mi entender, convertir en primarias de cara a las generales estas elecciones, que eran, hace falta recordarlo, municipales y autonómicas.

Y luego, patinazos como la designación de Miguel Sebastián. Todos, parece, excepto quienes se negaban a verlo, sabíamos lo que iba a pasar. Todavía, excepto el grito airado –habitual ya– del veterano José Acosta, ni una autocrítica. Claro que, en el otro campo, todo es satisfacción. ¿Satisfacción por qué, si comparativamente todos han perdido votos respecto de 2003?

Llevo muchos años mirando los procesos políticos. Nunca acabaré de entender la fiesta poselectoral en la que todos han ganado, mientras el adversario ha perdido. En este sentido, chapeau a Rafael Simancas, que ha actuado como un caballero y como un político realista a la hora de reconocer su derrota. Pero vae victis, ay de los vencidos…

Y ahora, embarquémonos cuanto antes en otra precampaña electoral. A ver si logramos que sea aún más cruenta que la precedente.

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